miércoles, 6 de mayo de 2009

Psiquiatría

- Buenos días, soy el doctor Javier Espinoso. Usted es Pedro, ¿verdad? -el paciente asiente con la cabeza- bien, -prosigue el doctor- veo que pidió el traslado desde otra consulta, ¿tuvo algún problema con el médico anterior?

- No directamente, pero desde que fuí a ese médico empezaron todas mis desgracias y soy algo supersticioso... quería acabar con la mala racha. En la consulta... me acabó recetando unas pastillas pero ahora mismo creo que necesito algo más fuerte.

- Bien Pedro, ¿desea hablarme de esas desgracias? tómese el tiempo que necesite o si prefiere empezar contándome otra cosa... lo que usted prefiera.

- Se lo contaré -repuso tras una breve reflexión- creo que me vendrá bien desahogarme. Verá, hace poco falleció mi gran amigo Juan, el único amigo de verdad que tenía. Debió ser un accidente, todo muy repentino y sin previo aviso. Y para mí, doctor... Juan era como un hermano, hemos estado siempre juntos desde niños, era a él a quien contaba todos mis problemas, siempre estaba ahí para lo que necesitara, siempre encontraba una solución para todo... y ahora que se ha ido, me siento muy solo, perdido e inseguro, no veo ninguna salida, nada me motiva, he perdido el apetito... no sé si puedo seguir...

- Mi más sentido pésame, pero lo tiene muy reciente y es normal todo lo que me cuenta, tiene que pasar este duelo hasta que consiga asimilarlo, es el proceso natural. Aunque en ciertos momentos he detectado una gran angustia, tristeza y desesperanza... tal vez esté iniciando una depresión, y si usted lo prefiere podemos plantear un tratamiento, pero antes de nada ¿me puede decir lo que le recetó el médico anterior?

- Sí... aquí tengo la receta -dijo mientras le extendía el papel.

- Recetado el 3 de abril...-musitó de forma distraída- ¡¿¡¿HALOPERIDOL?!?! - (fármaco para el tto de la esquizofrenia) exclamó poniendo los ojos como platos, pues no esperaba tal sorpresa- Disculpe... -continuó sin poder esconder una leve sonrisa- su amigo Juan... exactamente, ¿qué día tuvo el accidente?

- El 4 de abril...

- Amigo, tal vez esté de suerte, ¿cree en los milagros?

- Hmm... pues la verdad es que prefiero no creer en esas cosas, me gusta ser realista, ¿sabe doctor?

- Entiendo, sí... a todos nos suele atraer lo que nos resulta más dificil...




- Javier, hijo, ¿con quién hablas?

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La estación

Una gran masa bulliciosa que viene y que va en constante movimiento y desorden. Cada uno pendiente de su tren, de acelerar el paso o leer la prensa mientras se espera. Allí se mezcla la paciencia del que viaja por rutina, con la alegría del que vuelve a casa, con las ilusiones de aquel que espera alcanzar sus sueños al otro lado de la vía, con los temores del que todavía no ha decidido si coger... o dejar pasar ese tren. Todo, envuelto por el resonar de miles de pasos sobre la fría piedra que, de vez en cuando, esquivan una maleta o el humo del cigarrillo de un revisor. La estación es un lugar de paso, cuyos habitantes siempre están más preocupados por todo lo que tienen que hacer antes o después. Quizá por esto nadie repara en una figura inmóvil dentro de la escena, cubierta por una manta sucia y raída, sentada en un solitario banco entre el andén 3 y el 4. Allí permanece inmutable, ajena al agitado tránsito de viajeros que la envuelven, únicamente el vapor que se condensa a la salida de sus labios la diferencian de una estatua.
De pronto, entre el zumbido de la muchedumbre se alza una voz:

- Disculpe, ¿tiene hora?

Era esa voz, era la voz que tantas veces había imaginado escuchar, ahora sonaba real junto a su espalda. Se heló su sangre, quedó completamente paralizada. El shock repentino hizo que la manta con la que se cubría resbalara de sus hombros dejando entrever los adornos de lentejuelas de un vestido negro de fiesta.

- No has cambiado nada - continuó la voz mientras la acariciaba el tosco y enredado cabello.


Tal vez fue el contacto lo que la transportó a un inmenso y precioso salón de baile en el que 10 años antes él la había acariciado de igual modo. Por aquel entonces ella lucía unos brillantes, suaves y perfectos bucles que ondeaban entre copas, canapés y humo mientras se codeaba con la alta nobleza, reía y apostaba ala ruleta dejando que él la sostuviera en sus brazos cuando perdía ligeramente el equilibrio. Aquella noche creyeron enamorarse, tejieron sueños, se regalaron estrellas y tal vez la pasión o las drogas los llevaron a acordar fugarse a la mañana siguiente para empezar juntos una vida nueva, plena, allá donde fuesen comprendidos, lejos de prejuicios y ataduras. Cogerían el tren de las 11:32, un beso de despedida mientras las luces perdían intensidad hasta apagarse y entonces, regresó a la estación.
Ella había cumplido, pasó día y noche y día tras noche en la estación viendo cómo llegaban y partían trenes a todas las en punto con rigurosa puntualidad. Al principio ilusionada y asombrada, luego preocupada y por último triste y cansada. Cada tren tenía su destino: Berlín, Wroclaw, Brno, Moscú... pero ninguno se le antojaba lo suficientemente prometedor como para decidirse a subir a ese tren. Y así... hasta ahora. Trató de recuperar la conversación :


- Tu tampoco has cambiado nada, tan impuntual como siempre - replicó sin levantar la vista del suelo.


- ¿Impuntual? Querida, creo que esta vez es la primera que llego a la hora.


Y dicho esto se escuchó el silbido de un tren que entraba en la estación, se detuvo frente a ellos. Él avanzó dos pasos pero ella no se inmutó.


- Marie... los trenes no esperan - susurró dulcemente mientras le tendía una mano.


Ella levantó la mirada y por fin sus ojos se encontraron, era cierto que no habían cambiado tanto. Esbozó una sonrisa mientras, sin poder evitarlo, la felicidad la recorría de pies a cabeza. Aferró la mano que la tendía. Se dirigieron hacia el tren y apoyándose el uno en el otro subieron el escalón. Las puertas se cerraron tras ellos y al instante el tren reanudó su traqueteo alejándose de la estación.


En el panel informativo podía leerse:
A1018 con destino Neverland
Hora de salida 11:32

viernes, 5 de diciembre de 2008

Cerca del final, donde todo empieza

Lo digo por experiencia y con un toque agridulce.

La vida es injusta por definición. Dichos como: "No se puede tener todo en esta vida" tratarán de consolarte cuando cansado de luchar sin éxito por demostrar que eso no es verdad, comiences a pensar que, tal vez, sea cierto.
O quizá no. Quizá simplemente sea que todo ser humano se cansa antes de tiempo, se rinde antes de llegar a tenerlo todo o decide que se conforma con menos o que ese menos, es todo lo que necesita para ser feliz y eso, ya es bastante todo.

Ayer intenté decirte algo parecido... hoy te dejo las palabras que me vinieron a la mente mientras hablaba contigo y que, evidentemente, no son mias: "El mundo no es tan simple como quieren hacernos creer. Los contornos son imprecisos, los matices cuentan. Nada es negro o blanco [...] La vida es una aventura incierta en un paisaje difuso, de límites en continuo movimiento, donde las fronteras son artificiales; donde todo puede acabar y empezar de nuevo a cada instante, o terminar de golpe, como un hachazo inesperado, para siempre jamás. Donde la única realidad absoluta, compacta, indiscutible y definitiva, es la muerte. Donde sólo somos un pequeño relámpago entre dos noches eternas y donde, princesa, tenemos muy poco tiempo."

No merece la pena arrepentirse. Asimílalo, deja que él te ayude a asimilarlo, pregúntale, acláralo, no te quedes con dudas y entonces, cuando tu conciencia esté tranquila... podrás seguir; cabeza alta y pa'lante.

Cualquier cosa... ya sabes donde estoy.

Cuidate, pequeña.

domingo, 12 de octubre de 2008

Porto Ferro: Un paisaje, dos sensaciones

Me bajo de la moto, camino hacia unos árboles, detrás suyo debe estar oculto Porto Ferro.
Me preparo para dejarme asombrar por un paisaje fascinante, casi tiemblo de la emoción mientras aparto una rama para encontrarme con... rocas.
Ásperas y frías rocas.
Estoy en lo alto de un pequeño barranco y en esa zona sólo hay rocas. No muy lejos distingo una de las torres, nada del otro mundo. De pronto, reaparece un halo de optimismo, es eso, ¡he mirado hacia el lado equivocado! rápidamente roto hacia mi derecha y... bien, aquí el último retazo de optimismo se esfuma.
Mis ojos se pierden en una b/vasta playa. Sí, lo mismo me sirve con 'v' que con 'b'. Con 'v' porque apenas alcanzaba a abarcarla con la mirada. Tenía una extensión increíble y desde ese ángulo el mar cristalino dibujaba una graciosa cala. Habría sido bonita si sólo nos fijásemos en el mar. Pero inevitablemente, la arena (pasamos a la 'b') reclamaba tu atención. Una arena que no era digna de esa playa, un tono amarillento tirando a marrón que la hacía parecer sucia, como material de obras, no de playa.
Surgen en mi, unas ganas terribles de correr de nuevo hacia la moto y marchar en búsqueda de una playa de verdad. Pero a Guille parece agradarle.
A regañadientes acepto a dar un pequeño paseo. Pero a cada paso, no puedo dejar de sentir que me estoy introduciendo en terreno inhóspito.
Bajamos al nivel del mar.
Comienzo a percatarme de que no estamos solos, lo que no hace más que avivar mi sentimiento de intrusa a la que vigilan. Las caravanas de la gente del camping nos rodean ahora desde lo alto. Algún que otro pescador de aspecto desaliñado nos sigue con la mirada. Algo más apartado se encuentra un chiringuito roñoso, todavía en pie únicamente por la mugre que le engruesa las paredes. Todo allí está como por estar: sin orden, sin gusto, sin vida. Tal vez algún día la tuvo, pero el único vestigio que quedaba de eso... era el tronco seco de una palmera. Con recelo me quito los zapatos, asumo que cuando apoye mi pie descalzo se me van a clavar chinarros... pero en su defensa diré que la arena no era tan tosca y áspera como aparentaba, bastaba con esquivar alguna que otra colilla de vez en cuando para pasear tranquilamente por la orilla.
De repente un rayo de sol consigue abrirse entre las nubes y va recorriendo la playa de extremo a extremo, de torre a torre. A su paso deja ver, como en un espejismo, el encanto de un tiempo anterior: el agua todavía más transparente y pura centellea al contacto con la luz del sol, la arena va tornándose dorada como envuelta por un aura, las torres custodiando el paisaje, erguidas y orgullosas... Y tan súbitamente como había aparecido, en el mismo instante en que tocó la almena de la segunda torre, el rayo se desvaneció. Y fin del encantamiento.
De nuevo allí, de nuevo en un intento fallido de paraíso, de nuevo en nada más que una playa abandonada.




Un segundo... eran dos sensaciones? aqui esta la de Guille


miércoles, 2 de julio de 2008

Far away

Será la distancia la que te devuelva cerca,
Será la ausencia la que me traiga tu sonrisa con mayor detalle,
Serán los recuerdos los que me envuelvan de tús... pero sin ti,
Será el pasado el que trate de apoderarse a cada segundo del presente,
y entonces, echaré de menos el futuro.



yo sé, que sólo muere lo que olvidas...

miércoles, 11 de junio de 2008

Cadáveres exquisitos

Cuando yo ya veía borroso y mi mente mezclaba los colores entró una señora, mientras, al otro lado de la pared acolchada del psiquiátrico, el pato encontraba su razón de ser.
Apostó todo al negro y al final salió rojo. Dadas las circunstancias, el café se quedó frio. No sabía porqué pero lo sabía. Y con estas, el protagonista cogió y se tomó un pacharán con un bocata de jamón. Lejos de todo, en algún lugar donde se pudiera perder.
Aunque ya no sabía cómo suplicar por uno más, consiguió arrancarla un beso antes de que le obligase a hacer su tarea. Y a pesar de todo, no la hizo.
Y en ese instante, escuchó la voz de Obi-Wan, disparó los misiles de protones con la ajustada y precisa puntería, suficiente para destruir la Estrella de la Muerte. Y desde entonces, la Antigua República volvió a ser libre gracias al formidable Luke Skywalker.

jueves, 15 de mayo de 2008

15 de Mayo de 1658

Otro día más en la sala húmeda, la disección progresaba sin problemas. Los órganos de María (ahora conocía el nombre de la mujer) no presentaban anomalias. Los estudiantes de ese año habían tenido suerte, tendrían un buen modelo sobre el que aprender.

Ya era tarde, el decano supervisaba su trabajo, estaba admirado por la habilidad del chico, no era común ver unos cortes tan precisos y limpios en primeras disecciones. Acababa de examinar el hígado cuando recibió el aviso de que debía atender un parto.
Se volvió hacia su alumno, sólo quedaban ellos dos en la sala,

- Herrera, ¿le apetece asistir a un parto?

Llegaron al hospital, no había una, sino seis mujeres a punto de dar a luz. El doctor se abrochó la chaqueta del frac, se sacudió los hombros y tras indicar a Herrera que lo siguiera, entraron en la sala de partos.

- ¡Buenas tarde señoras! ¿Al gún dolor fuera de lo normal?

- Sí doctor! A mí! -gimió la más joven.

Con disimulo, Salvino se giró hacia Herrera y mientras le guiñaba un ojo cómplicemente, murmuró con una sonrisa: ¡primeriza!
Se giró de nuevo hacia las pacientes,

- Bien Beatriz, pues empecemos por usted. Veamos cómo va dilatando. -Se acercó y se disponía a introducir los dedos para el reconociemiento cuando exclamó- ¡Madre santísima! ¡Pero si la criatura ya asoma! ¡Aprisa Herrera vaya a buscar a la enfermera y traiga gasas y un barreño de agua!

El parto fue largo pero sin grandes complicaciones. Había sido varón y por su llanto parecía gozar de buena salud. Una hora más tarde, otra de las madres se puso de parto, esta vez, fue niña. El doctor terminó de examinar a las otras cuatro mujeres y predijo que todas alumbrarían en un margen de 3 días. Por comodidad, permanecerían en el hospital.

Una vez dicho esto, el doctor y Herrera se retiraron de la sala. Mientras el doctor Sierra se aclaraba las manos comentó a Herrera:

- Emocionantes los partos, ¿verdad? le llenan a uno de vida... pero cambiando de tema, ¿no le ha llegado un sobre con el informe del médico que trató a María?

- No... no ha llegado nada, Señor.

- Bien, quizá esté en el Departamento de Anatomía que es el que suele tramitar el traslado de cuerpos.