miércoles, 11 de junio de 2008

Cadáveres exquisitos

Cuando yo ya veía borroso y mi mente mezclaba los colores entró una señora, mientras, al otro lado de la pared acolchada del psiquiátrico, el pato encontraba su razón de ser.
Apostó todo al negro y al final salió rojo. Dadas las circunstancias, el café se quedó frio. No sabía porqué pero lo sabía. Y con estas, el protagonista cogió y se tomó un pacharán con un bocata de jamón. Lejos de todo, en algún lugar donde se pudiera perder.
Aunque ya no sabía cómo suplicar por uno más, consiguió arrancarla un beso antes de que le obligase a hacer su tarea. Y a pesar de todo, no la hizo.
Y en ese instante, escuchó la voz de Obi-Wan, disparó los misiles de protones con la ajustada y precisa puntería, suficiente para destruir la Estrella de la Muerte. Y desde entonces, la Antigua República volvió a ser libre gracias al formidable Luke Skywalker.